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e comenta Honoria, una alumna de sesenta y
ocho años, que “¡Cada vez es más difícil hablar bien!”. Y tiene razón esta
alumna de sesenta y ocho años que, aconsejada y animada por sus nietos, creyó
conveniente volver al cole por las tardes, en un centro de adultos, y dejar de
ver “las novelas, que tantas tonterías les meten a uno en la cabeza”. Como bien
dijo Lázaro Carreter hace unos días en un programa radiofónico, estamos
envueltos en “un chapapote idiomático”. Lo curioso es que el viejo maestro lo
dice ya con un cierto aire de resignación y pesimismo, alejado quizás de su
conocida defensa vehemente del idioma. Imagino que a los ochenta años y,
después de un segundo “dardo en la
palabra”, cualquiera acabaría rindiéndose ante el poder de la afasia
colectiva que sufrimos en este país nuestro. En una sociedad en la que sus
referentes culturales vienen marcados por la tele y su elenco de pseudoperiodistas y/o presentadores , es
ciertamente difícil hablar con propiedad y con corrección.
Le
explico a Honoria y a sus compañeros de clase que el verbo ‘nominar’, por el
que me preguntó, ha ganado una nueva y aberrante acepción, no vaticinada ni
siquiera por el otrora director de la Academia en su primer Dardo. En el uso anglosajón, en el que el vocablo latino—que no
significa otra cosa que “dar nombre a alguien o algo”, aunque en la última
edición del D.R.A.E. (2001) se incluye la acepción “presentar o proponer a
alguien para un premio”—se utilizaba como sinónimo de seleccionar , en
principio, entre varias películas para poder aspirar a un posterior
reconocimiento en la vieja ceremonia de los Oscars. Ahora ha llegado a nuestras
orillas, manchadas de chapapote de verdad, con un significado diametralmente
opuesto. Importada por nuestras queridas cadenas televisivas que, incapaces de
crear programas originales, chupan rueda de mercados foráneos y parafrasean
formato, vocabulario y vulgaridad.
Primero
fue ‘Gran Hermano’ el escenario elegido para tan grandioso estreno del insigne
vocablo. Después “abandonó la casa” y se fue en busca de triunfos e islas
paradisíacas, cargada de su connotación negativa ¡Quién iba a pensar que un
verbo tan agradable se convertiría en el fantasma de aprendices de artistas!
No tardará en llegar el día en el que digamos
en nuestras aulas:”te nomino para que abandones la clase”. Ocurrirá de forma
especial con los alumnos “disruptivos”(engendro maravilloso de palabreja
adoptada y apadrinada por nuestras autoridades educativas, celosos guardianes
de nuestro acervo cultural) Me pregunto como una persona puede llegar a
convertirse en una reacción física de descarga por el mero hecho de no
comulgar con el sistema. Puestos a
elegir, es ciertamente disruptivo para nuestra mente saber que estamos en manos
de tan poderosos intelectuales.
Pues
sí, Honoria. Es realmente complicado hablar bien en estos tiempos que corren.
Pero, tranquila; tu madre te nominó bien, pues tu interés por aprender es digno
del más reconocido honor.
Publicado en el periódico "La Opinión", el 14/02/2003 (mi primer artículo)
3 comentarios:
bonito relato
y creo que esta semana estas nominado para el mejor y mas divertido profesor aunque te conozca aun muy poco,un saludo de JOSE CARLOS A.S.
Muchas gracias por tus palabras, José Carlos. La verdad es que con alumnos como tú dan muchas ganas de enseñar. Yo también me he percatado de tu interés y motivación por aprender.
Un abrazo
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