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29 dic 2012

Yo nomino, tú nominas



M
e comenta Honoria, una alumna de sesenta y ocho años, que “¡Cada vez es más difícil hablar bien!”. Y tiene razón esta alumna de sesenta y ocho años que, aconsejada y animada por sus nietos, creyó conveniente volver al cole por las tardes, en un centro de adultos, y dejar de ver “las novelas, que tantas tonterías les meten a uno en la cabeza”. Como bien dijo Lázaro Carreter hace unos días en un programa radiofónico, estamos envueltos en “un chapapote idiomático”. Lo curioso es que el viejo maestro lo dice ya con un cierto aire de resignación y pesimismo, alejado quizás de su conocida defensa vehemente del idioma. Imagino que a los ochenta años y, después de un segundo “dardo en la palabra”, cualquiera acabaría rindiéndose ante el poder de la afasia colectiva que sufrimos en este país nuestro. En una sociedad en la que sus referentes culturales vienen marcados por la tele y su elenco de pseudoperiodistas y/o presentadores , es ciertamente difícil hablar con propiedad y con corrección.
            Le explico a Honoria y a sus compañeros de clase que el verbo ‘nominar’, por el que me preguntó, ha ganado una nueva y aberrante acepción, no vaticinada ni siquiera por el otrora director de la Academia en su primer Dardo. En el uso anglosajón, en el que el vocablo latino—que no significa otra cosa que “dar nombre a alguien o algo”, aunque en la última edición del D.R.A.E. (2001) se incluye la acepción “presentar o proponer a alguien para un premio”—se utilizaba como sinónimo de seleccionar , en principio, entre varias películas para poder aspirar a un posterior reconocimiento en la vieja ceremonia de los Oscars. Ahora ha llegado a nuestras orillas, manchadas de chapapote de verdad, con un significado diametralmente opuesto. Importada por nuestras queridas cadenas televisivas que, incapaces de crear programas originales, chupan rueda de mercados foráneos y parafrasean formato, vocabulario y vulgaridad.
            Primero fue ‘Gran Hermano’ el escenario elegido para tan grandioso estreno del insigne vocablo. Después “abandonó la casa” y se fue en busca de triunfos e islas paradisíacas, cargada de su connotación negativa ¡Quién iba a pensar que un verbo tan agradable se convertiría en el fantasma de aprendices de artistas!
No tardará en llegar el día en el que digamos en nuestras aulas:”te nomino para que abandones la clase”. Ocurrirá de forma especial con los alumnos “disruptivos”(engendro maravilloso de palabreja adoptada y apadrinada por nuestras autoridades educativas, celosos guardianes de nuestro acervo cultural) Me pregunto como una persona puede llegar a convertirse en una reacción física de descarga por el mero hecho de no comulgar con el sistema. Puestos  a elegir, es ciertamente disruptivo para nuestra mente saber que estamos en manos de tan poderosos intelectuales.
            Pues sí, Honoria. Es realmente complicado hablar bien en estos tiempos que corren. Pero, tranquila; tu madre te nominó bien, pues tu interés por aprender es digno del más reconocido honor.

Publicado en el periódico "La Opinión", el 14/02/2003 (mi primer artículo)

3 comentarios:

Unknown dijo...

bonito relato
y creo que esta semana estas nominado para el mejor y mas divertido profesor aunque te conozca aun muy poco,un saludo de JOSE CARLOS A.S.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge dijo...

Muchas gracias por tus palabras, José Carlos. La verdad es que con alumnos como tú dan muchas ganas de enseñar. Yo también me he percatado de tu interés y motivación por aprender.
Un abrazo