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25 dic 2020

Islandia, mi pequeña aventura en el norte del mundo

 Con estas palabras que abren el título de la entrada, Esperanza Fontenla, profesora del Ciclo de Grado Medio de Auxiliares de Enfermería, y compañera de trabajo del CEPA San Cristóbal, definía su periplo por uno de los lugares más fascinantes y alejados de Tenerife, pero que en ocasiones nos recuerda al nombre en inglés (mal pronunciado por muchos) de nuestras queridas islas. 

Invitada a abrir este curso el ciclo de "Gente interesante para gente interesada" al que ninguna pandemia nos va a hacer renunciar─ Esperanza nos hizo viajar con la mente a un sitio paradisíaco en donde, como ella acertadamente señala, "No ves la vida pasar; la vida te ve pasar a ti".




Acostumbrada a aventuras previas, decidió romper en aquel momento con un trabajo seguro y bien remunerado en una empresa privada para lanzarse a descubrir horizontes nuevos en tierras remotas. Ya con anterioridad había cruzado el Atlántico en un barco de vela, cumpliendo después el sueño de recorrer casi por completo el continente americano en furgoneta. En esta ocasión, se tomó un año sabático para ir a las tierras del norte. 



Los principios, como casi siempre, fueron duros, pero gracias al aceite de hígado de bacalao  (Porska Lisi), fundamental para la vtamina "D" necesaria para el cuerpo en un clima tan extremo, y a unas ganas enormes de vivir nuevas experiencias, ese año se convirtió en doble. En ese sentido ayudó el hecho de la facilidad -y la valentía- con la que aceptó trabajar en varios empleos: primero en una fábrica de silicio (Islandia tiene una de las plantas más modernas y ecológicas del mundo), y posteriormente en un matadero de ovejas. No en vano existe más ganado (800.000) que personas en esas tierras, en las que sus habitantes no superan en demasía la población de Santa Cruz de Tenerife (364,134 habitantes). 



Ayudada por su conocimiento incipiente del inglés -que hoy ya es de un nivel elevado- y después de muchos malentendidos resueltos con su contagiosa sonrisa, Espe hizo prácticamente suyo uno de los lemas y señas de identidad de los islandeses ante las dificultades: "Ekkert stress, ekker drama!" (Ningún estrés, ningún problema). En un lugar en el que las puertas de las casas permanecen abiertas y en el que salen a la calle, al colegio y a los trabajos independientemente de la dureza del clima,  las auroras boreales nos hacen recordar la maravilla de la naturaleza, y lo insignificante que es el ser humano, como para preocuparse por cosas triviales. Por eso, nuestras ponente resume la vida en Islandia como "easy life".


Muchas gracias, Esperanza por ese viaje maravilloso al que nos llevaste, y por hacer de nuestro mundo un universo aun más grande. 




Gledileg jól!!!




1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Güau!
¡Qué envidia sana despiertas por esa valentía!. Gracias Esperanza, Jorge, por compartir.